Se fue mi amigo.
Hace tres
años, escribí unas letras, y mi amigo Adolfo, me llamó tan pronto las leyó,
para decirme: “¡Cabrón xa me mataches!!!,
agora teño o epitafio, terei que marchar” …. Por fortuna fue una de las pocas veces que se
equivocó y aun pude disfrutar de su amistad y cariño unos cuantos años más.
Hoy si,
hoy se fue, y yo cumplo con mi palabra, pero no con sus deseos, mi palabra de
decirle adiós, pero no con sus deseos de llevar banda de música a su sepelio; cuando lo despida, en mi cabeza sonora el pasodoble que le dedicaron a don
Alejandro Veiras para su boda, pero el resto de acompañantes no lo oirán, será
algo entre el y yo.
Adiós amigo, desde hoy eres uno de los inmortales de mi
lista, cuando alguien quiera recordarte solo tendrá que buscarte en Ourense no
Tempo. Muchos de los datos que utilizo en mis artículos provienen de tu
privilegiada memoria.
Este es el que tu llamaste epitafio, sin serlo, lo he retocado, para que no se note que fue escrito hace unos años, pero el sentimiento no ha cambiado.
Adolfo pertenece a una
familia amplia y de sobras conocida en Ourense: los Rego, a los cuales en tres
de sus ramas he tenido el privilegio de considerar amigos (son algunos y
algunas más que tres, pero se haría muy largo.....), Amador Rego Villar Amor,
“el abuelete”, Manuel Rego Nieto el más famoso, y Adolfo.
El 17 de diciembre de 1922 nacía
en la calle del Progreso, enfrente del colegio de las Josefinas, un personaje
entrañable Adolfo Rego Pérez, después probablemente con carácter premonitorio
se fue a vivir a la calle del Peligro (no tengo confirmación pero es probable
que le pusieran el nombre a la calle por el).
Sus estudios fueron en colegios que forman parte de la mejor historia de
la ciudad, El Sueiro de don Manuel, la Academia de don Vicente Bóveda y el
Instituto...., haber pasado por estos centros y su actividad en las taquillas
del Futbol con su padre, el fin de semana, propiciaron que su lista de amigos
no tuviera fin.
Le llego la edad de cumplir con el Servicio
militar y eso supuso un periodo de dos años y medio lejos de la ciudad,
concretamente en las montañas del Pirineo, donde el frio al igual que los buenos
jamones lo curtió. Fue a su regreso cuando recuperó el trabajo en el Banco Pastor que tenía desde el 42 y tan
pronto pudo, comenzó a colaborar en cuantos proyectos culturales y deportivos
que le propusieran. Directivo varios años del Orfeón, delegado de la federación
de Billar, presidente de la de Piragüismo.....
La etapa en la que más se hizo ver, fue cuando junto a su primo Manolo Rego activaron la Comisión de fiestas de la ciudad, siendo ellos con la colaboración de los demás miembros de la comisión quienes pusieron en marcha proyectos como El Festival del Miño, el descenso del Miño en piraguas etc. La lista de sus aportaciones a la ciudad es larga, pero él contaba que la más gratificante era, la de organizar la cabalgata de reyes, en la que participó en cuantas ocasiones pudo, las primeras veces incluso engañando a sus hijos, que no le reconocían. El mismo decía que eso era por los nervios, al ver que se les acercaba uno de los reyes a hablar, porque, a nada que se fijaran reconocerían a Adolfito. Aunque también se emocionaba al recordar las lágrimas de algunos padres al ver a sus hijos, en aquel momento de felicidad.
Podría seguir
hablando de Adolfo, de mi amigo, pero no terminaría nunca, y de hecho no
terminare porque en muchos de los artículos que me quedan por escribir, su
recuerdo se mantendrá vivo.
Unha
forte Aperta. Abuelo