viernes, 13 de junio de 2025

Entrañables del transporte Ourensano

 

Entrañables del transporte en Ourense

Recordar el mundo del transporte ourensano, pasa por hablar de personajes como Eduardo Barreiros, Gonzalito (autos González), Guisante, Villalón, Seara, Murga, Mangana, el recientemente fallecido Antonio Piña “Anpian” y un largo etc., de aproximadamente 100 familias que poco a poco iré homenajeando.

Lo que sí sé por experiencia en estos temas, es que los mas recordados no son ni los mejores ni los peores, si no los que calaron por diferentes motivos en la cultura popular; cierto es que algunos alcanzaban gran fama en su entorno, y fuera de él eran desconocidos. Pero otros por circunstancias, normalmente su gracejo o su locura, siguen siendo recordados, hoy refrescaré algunas de sus anécdotas.  

Rascayú
Primero y con especial cariño, un recuerdo al bueno de “Rascayú”, Jerónimo Álvarez, quien con esfuerzo había conseguido crear una pequeña pero prometedora empresa de transporte de viajeros y comenzaba a introducirse en el de mercancías cuando un terrible accidente en el que murió un ayudante, hizo que la empresa e incluso la vida de Rascayú acabaran… 

Pero mi intención real hoy es la de sacaros una sonrisa. Como transición, vamos a recordar a un personaje, que durante años, se encargó de traer a la ciudad a nuestras famosas lecheras, el Antelana,

En varias ocasiones os he contado que hubo un tiempo en el que los ourensanos, (que querían y podían), cubrían parte de sus necesidades alimenticias cuidando animales en bajos y sótanos de la ciudad, ver pasear gallinas por la calle de la Luna era algo frecuente, así como escuchar algún gorrino protestando desde un sótano en Hernán Cortés, mas difícil era el tema vacas, aunque también había, recordad la célebre, “paso a la vaca de la señora Marquesa” que por la calle del paseo se escuchaba cuando traían a la calle de Santo Domingo a una vaca para ser ordeñada.  ¡Bueno!, esos datos resultan simpáticos y de algo valían, pero desde luego las necesidades de leche de la ciudad así no se cubrían. Es por eso que una de las ocupaciones de las jóvenes (principalmente) de los pueblos del entorno de la ciudad era la del reparto de leche, las recordadas lecheras. Los pueblos de Soutopenedo (San Cibrán), Bentraces, Sobrado del Obispo (Barbadás), y San Pedro de Moreiras (Toén), eran los principales encargados de suministrar de tan necesario alimento a los vecinos de la capital. Despuntando el alba, y hasta antes, la actividad en aquellos pueblos era frenética, todos los paisanos tenían que madrugar, unos para el ordeño, otros para la recogida, y las más conocidas, "Las Lecheras" para bajar en el "Carrito" su preciado tesoro a la "Gran Ciudad", tenían que estar a su hora en la parada, de lo contrario, "El Antelana" se enfurruñaba con las que se retrasaban, ya no por él, sino que después faltaba el tiempo para el reparto. Según cuentan Eladio, parecía muy duro pero realmente era un pedazo de pan, eso sí, cuando había discusiones entre el pasaje, cosa habitual, con un grito lo arreglaba. No se recuerda que nunca tuviera que parar el autobús para poner paz. Otro día os contaré los entresijos de ese negocio, sobre todo los más simpáticos, el ladeo del cuartillo, las visitas a la Burga en la mitad de la jornada, y alguno menos higiénico.

Fotografía cedida por Emilio Blanco. Disfrutad del carrito con su ordenada mercancía en el techo, podéis suponer que en esas condiciones, solo se hacía el regreso, a la ida iban todas las cántaras con mucho cuidado en el interior del vehículo.

Otro “magnate” del transporte de viajeros, era el Rouco. Sus dominios eran en el entorno de la ciudad por la zona del Ribeiro, pero incluso llegó a tener una “administración” en el barrio del Couto, en el bar del Patachica… Rouco era uno de aquellos empresarios que se encargaba personalmente de que todo funcionara, o como era habitual, de que no funcionara bien.

La concesión que tenía no era muy amplia, sin embargo había días que se le hacía muy larga tanto a él como a los usuarios. Daba servicio a unos tres o cuatro pueblos y como mucho cubría unos treinta kilómetros, el problema no estaba en las paradas oficiales, para recoger viajeros, sino en las que el hacía, por si acaso. En todos los bares que había en el trayecto, aun hoy en día quedan algunos, pero en los años 50, se podían contar mas de veinte… El asunto es que en cada uno de ellos pedía dos chiquitas, una para el y otra para el autobús, así rendía más el gasoil. Dicen que en alguna ocasión desde las siete de la mañana que salía con la línea llego a Ourense, cerca de la una del mediodía, también cuentan las malas lenguas que mas de una vez el exceso de chiquitas le llevaba a ver tres carreteras en lugar de una, pero el lo tenia claro. Siempre iba por la del centro; eran otros tiempos, el trafico era muy escaso, como mucho el panadero o el carrito de las lecheras… Otro detalle es que nadie precisaba de dinero para subir, principalmente en los meses antes de la vendimia, que las carteras estaban vacías. “Rouco hoxe ponseme mal”, y la respuesta era “tu pasa que ya veremos”….


    Otro personaje mítico del transporte, fue el conocido por “Sin Xeito”, este hacia las rutas de cerca de Celanova, y contaban una anécdota que nos permite entender como era el servicio.

               Circulaba el autobús y alcanzó a un vecino que iba andando. El Sin Xeito, que lo conocía bien, pensó: ¡Iste por non gastar un peso non colle o carrito!. y amablemente detuvo el autobús a su lado, "¡Pepe, sube, levote!", "¡Non home, non te preocupes, vou a farmacia e teño prisa!"….

Para los jóvenes que no lo entiendan, les diré que las carreteras en el pasado (y algunas todavía hoy) tenían un trazado infame, y ni antes ni ahora se ha podido demostrar que el camino más corto entre dos puntos no sea una línea recta.

Pepe, caminando ligero, llegaría antes que Sin Xeito, y además “forraría cartos”.