Entrañables del
transporte en Ourense
Recordar el mundo del transporte ourensano, pasa por hablar
de personajes como Eduardo Barreiros, Gonzalito (autos González), Guisante,
Villalón, Seara, Murga, Mangana, el recientemente fallecido Antonio Piña “Anpian”
y un largo etc., de aproximadamente 100 familias que poco a poco iré
homenajeando.
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Rascayú |
Pero mi intención real hoy es la de sacaros una sonrisa. Como
transición, vamos a recordar a un personaje, que durante años, se encargó de
traer a la ciudad a nuestras famosas lecheras, el Antelana,
En varias ocasiones os he contado que hubo un tiempo en el
que los ourensanos, (que querían y podían), cubrían parte de sus necesidades
alimenticias cuidando animales en bajos y sótanos de la ciudad, ver pasear
gallinas por la calle de la Luna era algo frecuente, así como escuchar algún
gorrino protestando desde un sótano en Hernán Cortés, mas difícil era el tema
vacas, aunque también había, recordad la célebre, “paso a la vaca de la señora
Marquesa” que por la calle del paseo se escuchaba cuando traían a la calle de
Santo Domingo a una vaca para ser ordeñada.
¡Bueno!, esos datos resultan simpáticos y de algo valían, pero desde
luego las necesidades de leche de la ciudad así no se cubrían. Es por eso que
una de las ocupaciones de las jóvenes (principalmente) de los pueblos del entorno
de la ciudad era la del reparto de leche, las recordadas lecheras. Los pueblos
de Soutopenedo (San Cibrán), Bentraces, Sobrado del Obispo (Barbadás), y San
Pedro de Moreiras (Toén), eran los principales encargados de suministrar de tan
necesario alimento a los vecinos de la capital. Despuntando el alba, y hasta
antes, la actividad en aquellos pueblos era frenética, todos los paisanos
tenían que madrugar, unos para el ordeño, otros para la recogida, y las más
conocidas, "Las Lecheras" para bajar en el "Carrito" su
preciado tesoro a la "Gran Ciudad", tenían que estar a su hora en la
parada, de lo contrario, "El Antelana" se enfurruñaba con las que se
retrasaban, ya no por él, sino que después faltaba el tiempo para el reparto.
Según cuentan Eladio, parecía muy duro pero realmente era un pedazo de pan, eso
sí, cuando había discusiones entre el pasaje, cosa habitual, con un grito lo
arreglaba. No se recuerda que nunca tuviera que parar el autobús para poner
paz. Otro día os contaré los entresijos de ese negocio, sobre todo los más
simpáticos, el ladeo del cuartillo, las visitas a la Burga en la mitad de la
jornada, y alguno menos higiénico.
Fotografía cedida por
Emilio Blanco. Disfrutad del carrito con su ordenada mercancía en el techo,
podéis suponer que en esas condiciones, solo se hacía el regreso, a la ida iban
todas las cántaras con mucho cuidado en el interior del vehículo.
Otro “magnate” del transporte de viajeros, era el Rouco. Sus
dominios eran en el entorno de la ciudad por la zona del Ribeiro, pero incluso
llegó a tener una “administración” en el barrio del Couto, en el bar del
Patachica… Rouco era uno de aquellos empresarios que se encargaba personalmente
de que todo funcionara, o como era habitual, de que no funcionara bien.
La concesión que tenía no era muy
amplia, sin embargo había días que se le hacía muy larga tanto a él como a
los usuarios. Daba servicio a unos tres o cuatro pueblos y como mucho cubría
unos treinta kilómetros, el problema no estaba en las paradas oficiales, para
recoger viajeros, sino en las que el hacía, por si acaso. En todos los bares
que había en el trayecto, aun hoy en día quedan algunos, pero en los años 50,
se podían contar mas de veinte… El asunto es que en cada uno de ellos pedía dos
chiquitas, una para el y otra para el autobús, así rendía más el gasoil. Dicen
que en alguna ocasión desde las siete de la mañana que salía con la línea llego
a Ourense, cerca de la una del mediodía, también cuentan las malas lenguas que
mas de una vez el exceso de chiquitas le llevaba a ver
tres carreteras en lugar de una, pero el lo tenia claro. Siempre iba por la del
centro; eran otros tiempos, el trafico era muy escaso, como mucho el panadero o
el carrito de las lecheras… Otro detalle es que nadie precisaba de dinero
para subir, principalmente en los meses antes de la vendimia, que las carteras
estaban vacías. “Rouco hoxe ponseme mal”, y la respuesta era “tu pasa que ya
veremos”….
Otro personaje mítico del transporte, fue el conocido por “Sin
Xeito”, este hacia las rutas de cerca de Celanova, y contaban una anécdota que
nos permite entender como era el servicio.
Circulaba
el autobús y alcanzó a un vecino que iba andando. El Sin Xeito, que lo conocía
bien, pensó: ¡Iste por non gastar un peso non colle o carrito!. y amablemente
detuvo el autobús a su lado, "¡Pepe, sube, levote!", "¡Non home,
non te preocupes, vou a farmacia e teño prisa!"….
Para los jóvenes que no lo entiendan, les diré que las
carreteras en el pasado (y algunas todavía hoy) tenían un trazado infame, y ni
antes ni ahora se ha podido demostrar que el camino más corto entre dos puntos
no sea una línea recta.
Pepe, caminando ligero, llegaría antes que Sin Xeito, y
además “forraría cartos”.