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viernes, 27 de diciembre de 2019

LIcores Paniagua, una historia que continua



LICORES PANIAGUA, desde 1887
       Tiene fama nuestra provincia de ser poco industrial, y sin duda escasean estos centros de generación de empleo; pero si lo analizamos con detalle capacidad e imaginación entre nuestras gentes hubo y hay a raudales; podría citar aquí al señor Barreiros, a Franqueira,  o los mismos Domínguez y Verino, como puntas de lanza, pero por fortuna son bastantes más los que contra vientos y mareas consiguen sacar adelante sus proyectos. Algunos incluso logran que continúen activas  de generación en generación, algo hoy, más que difícil. Tenemos en la ciudad dos empresas que el que más y el que menos tiene constancia de su existencia: Chaparro y Cuevas hace ya más de 150 años que tienen en los mercados sus productos y tiene mérito…

     Pues si pensamos en las dificultades que han tenido que vencer estando en la ciudad, que al fin y al cabo permite tener infraestructuras, servicios públicos e incluso los primeros clientes “a mano”, imaginad el merito que tiene conseguir que una empresa nacida hacia 1885??? En las proximidades de una villa siga siendo puntera en su sector. Me refiero a Licores Paniagua, hoy ubicada en Carballiño, de la que hoy voy a intentar contar sus comienzos.

             María Paniagua era una viuda con 2 hijos pequeños Pablo y Lorenzo que llegó a Porto Egüas (Carballiño), pasada la mitad del siglo XIX procedente de Villalpando (Zamora). Sus primeros trabajos fueron de costurera, pero así se hacía difícil  sacar adelante a la familia, por lo que se cree, ella fue quien comenzó a elaborar licores buscando ingresos extras; aunque lo realmente confirmado es que su hijo Pablo siendo muy joven consiguió entrar de aprendiz en una droguería /farmacia de Carballiño donde entre retortas y plantas medicinales  aprendió los secretos de la licorería.
    Es ahí, aproximadamente hacia 1887 cuando se crea la empresa de Licores Pablo G. Paniagua, elaborando las mezclas en el bajo de su casa, de Porto Egüas; suponemos que los comienzos fueron complicados, pero ya no había marcha atrás.  El negocio no tarda en adquirir buen nombre por la calidad de sus productos, pero el espaldarazo definitivo surge cuando Pablo conoce a Juana Puga y se casa con ella.  Deciden abrir una “casa de postas”*, que no tarda en convertirse en un perfecto centro de “negocios”.  Mama  Juana (como se la conocía), poseía una visión comercial adelantada a su tiempo, y vio una magnífica oportunidad de distribuir sus productos por medio de los arrieros y carreteros que a diario arribaban a la Casa de Postas y acostumbraban a comerciar con los vinos del Ribeiro en su camino hacia el norte.
*Una casa de postas o parador eran lugares donde se podía hacer un descanso en la ruta, tanto para las caballerías como para los pasajeros y muchos carreteros las utilizaban para descansar antes de entrar en los pueblos donde venderían sus mercancías.



Foto original de la casa de postas en Porto Egüas, propiedad de la familia Paniagua. Circa 1920

    El negocio prospera, las fórmulas están perfeccionadas y la familia crece: 6 hijos, (2 mujeres Asunción y Sira y 4 varones Evaristo, Ricardo, Serafín y José) fueron la descendencia de Pablo y Juana, cariñosamente “Mama Juana” para la familia.  La fortuna quiso que Juana al igual que le había ocurrido a su suegra María anteriormente se viera obligada a coger las riendas de la familia, al fallecer Pablo (hacia 1905). A pesar de lo que suponía en aquellos años no estar amparada por un hombre, Juana demostró su valía, no permitiendo que la empresa decayera, si acaso todo lo contrario; la prensa recoge la noticia: “La  señora viuda de Pablo G. Paniagua, gana medalla de Oro en la Exposición regional de Galicia (Santiago de Compostela 1909) por la calidad de los productos presentados. (Ese mismo año la bodega del banquero Pedro Romero obtiene el mismo galardón lo que da idea del nivel alcanzado).
   A pesar de los éxitos hacia 1915 por diversos motivos la empresa queda en manos de Juana y las dos chicas, los varones Evaristo y Ricardo emigran a Chile y José a Cuba, (Serafín había fallecido joven). De esta etapa queda el recuerdo de un gran producto que en honor a la hija mayor se llamo Anís Asunción, e intentos de diversificación de los productos, Chocolates Paniagua fue un producto que en aquel momento no cuajo pero entró en el ámbito familiar como otra opción de negocio.


        Nos situamos pasado 1930 y Juana ya mayor, pide ayuda a sus hijos para dar otro impulso al negocio, es José quien decide regresar abandonando Cuba para hacerse cargo, aunque sus hermanos desde Valparaíso también colaboran,  en 1935, Hijos de Pablo G. Paniagua produce licores, anís, ponche y cremas presentándose  al  II certamen del trabajo en Ferrol, donde se consiguen varias menciones y premios.

     Huelga decir que los momentos vividos a partir del 35 fueron complejos aunque por fortuna el tener ayuda del exterior permitió a José, replantear la empresa llevándosela al cercano Carballiño, y dándole un pequeño vuelco, al montar una fábrica de gaseosas, (en aquellos años más factible de elaborar que el vino).  Esta fábrica es un éxito pero José tiene claro que su negocio son los licores, vende la fábrica de gaseosas, construye una casa y bodega en Carballiño donde reorganiza la fábrica de licores y un almacén de coloniales, en el que se vendían productos como vino y espirituosos, además de chocolates, salazones como bacalao y otros productos no perecederos. Un poco retomando la línea de negocio de Porto Egüas.
De esta segunda etapa ya van camino de los cien años, pero no existe ninguna duda: la historia continuará. 
Mama Juana, José y Serafín circa 1915 en una Fotografía de José Pacheco, (archivo familia Paniagua)

El tema realmente daría para un libro, pero al menos  sirva este artículo como pequeño homenaje a esta gran empresa. Mi agradecimiento a Rodrigo Paniagua gerente actual de la empresa por la ayuda prestada en la recopilación de datos familiares.