Confitería
La Trinidad y la tienda de Santorum "templos" para muchos en aquellos
tiempos.
Larpeiradas y “malos vicios”
Ciertos placeres, nunca se
olvidan y siempre se perdonan.
Yo me confieso culpable de “adicción” a:
Borrachos de la Trinidad, Mantecado, Friflan y chocolate de la Ibense, soft de
nata y tutifruti de El Cortijo, bocata de Calamares de la Barra, churros del
Moroko, y para el final dejo La Granadina; algún día que este sin apetito nos
iremos de pinchos por los vinos….
Me sorprendía mi tía siempre que volvía de
Madrid, con una caja de aquellas riquísimas “violetas” (caramelos con
ese color y forma de flor de Lis), para los mayores traía un gran paquete de
caramelos de "El Caserío" con piñones incrustados. Y sin duda
se agradecían y representaban una grata novedad, pero en Nuestra Auria teníamos
una oferta de “Larpeiradas” de grandísimo nivel.
Recuerdo cuando me mandaba mi abuela de recadero a la
tienda “La Favorita” (calle de la Paz esquina San Miguel), ya sabía que la
“comisión”, sería un bote de plástico de pequeñas bolitas de caramelo con
vivos colores. En el colmado del Mariano (en la plaza de abastos),
siempre había un puñado de pipas de calabaza o de girasol, o…. para los críos
que íbamos a por el encargo materno. Lo mismo que en Plus Ultra (avda.
de Pontevedra), Santorum (Progreso), Salat (Barrera),
… las tiendas de ultramarinos de aquellos tiempos sabían cuidar bien a sus
futuros compradores, de allí vendrán seguramente las técnicas de fidelización
que aun hoy se intentan desarrollar.
Otro recuerdo gastronómico
era el de las confiterías que merecen un mayor estudio, pero hoy solo las
citare para que os vuelva al paladar ese exquisito sabor de: cada uno que escoja….
La historia de la pastelería en Ourense, ha tenido
muchos protagonistas, desde los Balsa en la plaza mayor, y Eulogio Vázquez en
la calle de la paz, o La Asturiana en las tiendas, hasta los que nosotros
conocemos. Muchos no lo sabrán, pero a
falta de mejor confirmación la confitería que más años se desvivió por
endulzarnos la vida, y sin duda de las primeras en abrir fue la de La Trinidad (1914, borrachos, milhojas,
cañitas de hojaldre, media noche, moka…), en dura competencia con Macarrillo, (anterior en nacimiento,
pero quienes le recuerdan lo hacen en Lamas Carvajal, aunque su nacimiento fue
en calle de las Tiendas; era atípico en su oferta, porque lo mismo que hacía
pasteles, se encargaba de un catering completo), y Coruñesa (nació en 1916 en la plaza Mayor, no recuerdo que
destacara en ningún producto concreto, pero tenía gran calidad en general). Las
suelas de Marín, eran una delicia y muchos
adeptos tuvo Ramos, con sus palmeras
de chocolate, cristinas e incluso los negritos,) pero a pesar de sus años de
“servicio”, al lado de las otras es demasiado joven, al igual que las
supervivientes Miguel y Milhojas (de alguna manera sucesor de
Macarrillo), y aunque solo sea de pasada no me puedo
olvidar de Arva
en Canedo, que también tiene una muy larga trayectoria.Para
evitar quejas, os recuerdo que en tiempos existieron separadas de las confiterías
tiendas especializadas en bombones, Dora
(Cardenal Quiroga), Alhambra (Paseo),
Elma o Elena (¿Colon?), Capri (Concordia); con el tiempo estas
y las confiterías se fueron fusionando y también nació el concepto de
confitería- cafetería.
Cambiando de delicatessen,
nos vamos al tema helados, y ese en nuestra ciudad es breve, La Ibense o el Cortijo, son las que
ocupan nuestro recuerdo, cada una con sus incondicionales, y en casos como el mío
fan de las dos, sus helados eran fruto de una tradición “única” (los dos surgen
de un mismo tronco) que se ha ido olvidando pero fue la que les dio esas
técnicas y recetas, Helados La Paloma y Helados Ramos, fueron el origen
ourensano, aunque se sabe de un paso anterior, con un vecino de Ibi, que fue
quien dio nombre a la Ibense.
Foto propiedad de Pedro Cañedo. Nicolas Remacho Rus fundador de La
Granadina posaba junto a su amigo Victorino Cañedo y si os fijáis en aquellos
años la situación del puesto era diferente…
Y para terminar este retorno a los placeres gastronómicos
aurienses, voy a tener un breve recuerdo a un lujo que mi generación y las de
su entorno pudimos disfrutar plenamente, hoy aún es posible, pero por diversas
cuestiones muchos de los productos no pueden hacerse en la calle… Me refiero a
“La Granadina”. (muchos le llamaban la Garrapiñada)
Desde comienzos de
los sesenta, existía una zona en los paseos ourensanos que nuestras madres y
abuelas procuraban evitar, la parte masculina no tanto…, era al llegar a las
escaleras de Santa Eufemia o al cruce de Cardenal Quiroga, (depende por donde
vinieras) cuando empezabas a percibir un aroma que a los pequeños nos
embelesaba y atraía como cantos de sirena; realmente eran varios diferentes,
pero igual de agradables, todo era cuestión de las
necesidades de Don Nicolás. O preparaba unas riquísimas Almendras garrapiñadas,
(o cacahuetes), o si no, tenía en las bandejas unas manzanas acarameladas que
eran un espectáculo para la vista, gusto y olfato, cuando no se entretenía en
fabricar unas piruletas y/o paletas de rojo caramelo que eran una delicia
sublime. No penséis que los otros sentidos: tacto y oido se libraban en esos
momentos ya que bocas pequeñas tenían problemas para comerse aquel
"bello" manjar con lo cual terminábamos echando la mano, y oías la
voz materna riñéndote porque el siguiente paso era limpiarse al jersey, ¡ay que
tiempos!
En la fotografía
que me presta Pedro Cañedo aparece su padre, quien con su permiso será objeto
próximamente de uno de mis artículos, ya que Victorino Cañedo que así se
llamaba fue todo un personaje de aquellos tiempos, trabajó en la mítica sala
Auria y fue el primer jefe de sala de la cafetería de la Torre (¿piso 17+1?).
Error imperdonable en el articulo que envié para la prensa me olvide de citar aquel delicioso caramelo cristal con cacahuetes que hacían a la vista de todo el publico, y uno de los causantes de aquellos aromas que nos atraían. PERDON