Casi al comienzo del
barrio se construyeron a final de los 50 estas viviendas sociales que fueron
todo un motor para su desarrollo. Foto 1
Si difícil es
encontrar viejas imágenes de nuestra Auria, imaginad lo que es buscarlas de los
barrios que la componen, máxime cuando para que os hagáis una idea, no es raro
encontrar en prensa de los años 40 la expresión “extramuros de la ciudad” para
referirse al barrio de Mariñamansa, Rabaza etc..... A pesar de ese obstáculo, en los últimos
tiempos he recopilado algunos datos que al menos a los que hoy lo viven, puede
gustarles conocer.
Hoy nos vamos a recorrer la historia de Mariñamansa.
No tengo el dato
exacto de cuando nació el núcleo urbano que dio origen a este barrio, son pocas
las referencias que he encontrado en prensa: se cita por parte de Adrio Menéndez
en su “Del Orense Antiguo” y aunque su relato (año 1850) sobre un supuesto
concejal llamado “el Retorico” que pretendió cambiar el nombre de Mariñamansa
por el de “Patata fina”, no tiene visos de ser exacto, el citarlo justifica su existencia. Bromas aparte,
por escrituras de fincas de la zona, que posee una buena amiga, puedo aseverar
que a finales del XVIII existía un núcleo con ese nombre: “Mariña mansa”. Pero
el dato más antiguo nos lo da el Boletín de la Comisión donde se cita en un
apéndice, el testamento de Azenda Pelaez, vecina de Pena Vixia, con propiedades
en la zona. “vineam que est in castinario de marina mansa” Viña en el castañal de Mariña
Mansa
Sin duda eran pocos los vecinos en el entorno
de lo que hoy se llama Camiño Vello, y en su mayoría se dedicarían al cuidado
de las grandes extensiones agrícolas que si sabemos existían. Apellidos como:
Casar, Junquera, Miramón, Quiroga, Santamarina, Tabares, Valencia..... recuerdan
Alcaldes, Presidentes de la Diputación y empresarios de la ciudad; ellos eran
los propietarios de las fincas que tenían fama de producir buena fruta.
Una, era la vía principal, y correspondía
aproximadamente con lo que hoy es calle de Bonhome, (Bon nome??), principal
entrada de la ciudad para los viajeros de Castilla, eso motivó que se desarrollara
antes que la de Progreso; mientras no se construyó el puente de la Burga, era
mucho menos transitada porque la vaguada de la Burga suponía una difícil
barrera para los carros.
En la historia del
barrio pocos datos interesantes hay que contar antes del momento en que el comerciante
Alfonso Junquera propone instalar en una finca que cede al ayuntamiento la
plaza de toros de la ciudad (1906); ese terreno que hoy ocupa la Iglesia de San
Pio X fue uno de los responsables del crecimiento del barrio. Y aunque haya pasado desapercibido, todos
estos años, el muro de la plaza o mejor dicho, del Circo como se llamaba de
aquellas, sigue en pie.
Las urgencias fueron
las culpables de que aquella que iba a ser plaza fija de la ciudad, gozara de
una provisionalidad permanente, y lo que iba a ser obra mayor, termino siendo
trabajo de carpinteros. En 1906 se estreno la plaza, pero.... de madera.
Cartel de la primera
corrida en 1906 (Biblioteca Diputación de Ourense) Foto 2
Tanta madera en una
zona humilde y poco concurrida ¿qué pensáis que paso?, todos los años cuando se
planteaba la organización de festejos, primero había que reconstruir la plaza
ya que muchos vecinos calentaban sus viviendas a cuenta de la plaza. (Los años 14 y 18 la reconstrucción fue
casi total; de esa etapa procede la estructura de piedra que hoy se conserva. También
debo recordar que la zona no dispuso de luz eléctrica hasta 1914).
Finalmente por
muchos motivos la plaza se desmantela y en 1922 en una parte del solar se
inaugura un local sanitario muy necesario (recién pasada la terrible gripe del
18). Se trataba del hospitalillo, destinado a enfermos infecciosos, el sitio
era “casi” idóneo, rodeado de campo, aislado y con aceptables comunicaciones,
aunque falto de abastecimiento de agua y alcantarillado. En 1925 se realizo la primera
ampliación que lo dejo en el estado que vemos en la foto 3.Foto 3 En 1928 se
reconvierte en prisión de forma provisional
Su uso con fines médicos se vio frustrado por la necesidad
de ubicar de manera provisional a los presos de la cárcel de Progreso, fue en
sept. del 28. En poco más de dos años volvió a quedar libre el edificio y
aunque se intentó recuperarlo para la sanidad pública, comenzaron a alzarse
voces que pedían una muy necesaria escuela.
Fue así como en el curso 33-34 se inaugura el primer colegio
de Mariñamansa. Con la ampliación que lo deja en su estado actual, (por fortuna el 29 había llegado el
agua al barrio y en el 31 se inauguró el alcantarillado) faltaba mucho
por hacer, pero ya se vislumbraba un barrio.
Quedaba el penúltimo paso
para ese solar: en 1937 y por motivos evidentes se decide acondicionarlo para
alojar a los enfermos de tuberculosis del hospital. Fueron poco más de dos años
los que tuvo esa utilidad, y antes de la definitiva, hubo dos intentos: el
primero por parte de la Diputación, que quería hacerse cargo de los terrenos
para construir viviendas sociales, y el segundo del ministerio de justicia que
planeaba instalar en la cárcel de Progreso el juzgado (que se construyó en el
parque infantil), y situar ahí la cárcel.
Finalmente no fue ninguna de esas opciones, si no que a
finales de los 50 por un convenio entre Ayuntamiento y obispado se intercambia
por la cárcel de la corona y se decide la construcción de la Iglesia de San Pio
X, a su lado termina levantándose un centro escolar y el viejo edificio del
Hospitalillo pasa a convertirse en casa parroquial. Estábamos ya en 1964 y Mariñamansa como muchos
barrios ourensanos vio como la emigración propiciaba su crecimiento.
En el tintero queda hablar del puente de Mariñamansa, las
actuaciones musicales en el Circo, las tardes de Orensanito y de las meriendas en el Barbaña, el Fielato, el
asesinato del Federal, las andanzas del Ruso.... Pero eso será otro día.....
Muro de la antigua
plaza y estado actual del “hospitalillo”.
Viendo la transformación actual se hace difícil entender que
alguien se refiriera a él cómo: el Ignorado y Oscuro barrio de
Mariñamansa como lo denominó un articulista en los años 20.